viernes, 23 de mayo de 2014

El poder motivador de la homilía (Neurociencia y predicación III)

Homilías y liderazgo pastoral poseen una estrecha vinculación.  Muchas veces las personas que acuden a una celebración acaban conectándose a la vida eclesial precisamente por la manera en que se les predica. Una buena homilía contribuye a un liderazgo motivador que en los últimos años se está estudiando desde el ámbito de la inteligencia emocional y la neuropsicología.
De las entradas anteriores dedicadas a predicación y neurociencia, podemos extraer dos conclusiones que ahora nos ayudarán a continuar la reflexión. La primera de ellas confirma la sincronización emocional que se produce en cualquier tipo de interacción humana. Cuando alguien escucha una homilía, tiende a contagiarse de las emociones del predicador. La segunda de ellas, muestra cómo una manera nueva de presentar ideas ya conocidas, activa la liberación de dopamina y en consecuencia aumenta la probabilidad de que los oyentes retengan lo escuchado. Una homilía que sorprende tenderá a dejar mayor huella en el oyente.
Los procesos neurológicos que sostienen el contagio emocional y la activación de la memoria forman parte de lo que R. Boyatzis ha llamado la dimensión primal del liderazgo. El lider, en este caso pastoral, se identifica con aquel que mejor sabe encauzar las emociones de un determinado grupo y las orienta en una dirección positiva. ¿Cuántas veces la influencia de un predicador ha provocado transformaciones vitales en los oyentes porque ha sabido sintonizar e ilustrar un futuro apasionante? En el fondo, un líder gestiona los significados compartidos por un grupo y le ofrece pautas de reacción emocional. La respuesta afectiva de la gente se articula en torno a la del líder. Por eso, el tono emocional del discurso inspirador influye tanto en sus seguidores. El clima emocional de una institución depende entre un 50 y un 70% de las acciones y las palabras del líder. Pensemos, por ejemplo, en el liderazgo mundial del Papa Francisco y lo que éste provoca en tantas personas creyentes o no.
Un estudio llevado a cabo durante 3 años en 153 parroquias por varios investigadores de la Case Western Reserve University de Cleveland, da cuenta del efecto de las competencias emocionales y sociales de los líderes religiosos en el clima de una comunidad. En concreto, parece que la mejora de la atmosfera emocional correlaciona con la transparencia del líder –autoconciencia, autogestión y capacidad de expresión de las emociones- y con su nivel de influencia. Los parroquianos muestran mayor satisfacción –¡junto a mayor contribución económica y asistencia a la eucaristía dominical!- cuando el pastor se muestra auténtico en su comportamiento y consigue expresar su mensaje de un modo que resulte estimulante. Por el contrario, el nivel de satisfacción desciende cuando el líder religioso se muestra demasiado seguro de sí mismo e incapaz de ser cuestionado por los feligreses.  
Los predicadores que realmente lideran saben movilizar las emociones positivas activando el optimismo, la compasión y la sensación de conexión emocional. A nivel cerebral sus mensajes están ligados a circuitos que provienen y se dirigen a la corteza prefrontal, la zona del cerebro que encierra las claves de la motivación.  
Las homilías constituyen un acto mayor de comunicación de un líder religioso con los fieles. Es especialmente importante caer en la cuenta de su papel decisivo en el liderazgo motivador. En el cerebro se activarán los procesos de resonancia límbica si el líder se expresa con convicción desde sus emociones sinceras arraigadas en valores profundos.
Dos ejemplos permiten percibir con claridad las implicaciones de dichos procesos y la vinculación fuerte entre homilías y liderazgo positivo. Por una parte, la conocida frase de Martin Luther King “I have a dream” –“he tenido un sueño”- puso en marcha el movimiento de los derechos civiles en Estados Unidos. Su discurso religioso aún constituye una clave de inspiración para las generaciones actuales. Por otra parte, la polémica homilía de un sacerdote español que hace unos días se difundía en las redes sociales es muestra de lo contrario. El líder que carece de empatía, transparencia y capacidad de inspirar –y lo transmite con sus palabras- se halla inconscientemente desconectado de los demás. En nuestras palabras se gesta la capacidad de hacer aflorar ríos de vida y de desencadenar torrentes de emociones negativas.
En síntesis, los complejos mecanismos neuronales que aquí apenas hemos enunciado, permiten entender qué sucede en nuestro mundo psico-biológico cuando predicamos. La homilía constituye una pieza esencial del liderazgo emocional del predicador y la motivación con que una comunidad vive su fe. Como decía Napoléon “un líder es un negociador de esperanzas”.

¿Recuerdas a algún predicador que te haya inspirado poderosamente? ¿Qué elementos de la predicación te parece que contribuyen a fortalecer un liderazgo pastoral positivo?

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