Homilías y liderazgo pastoral poseen
una estrecha vinculación. Muchas veces las
personas que acuden a una celebración acaban conectándose a la vida eclesial precisamente
por la manera en que se les predica. Una
buena homilía contribuye a un liderazgo motivador que en los últimos años se está
estudiando desde el ámbito de la inteligencia emocional y la neuropsicología.
De las entradas anteriores
dedicadas a predicación y neurociencia, podemos extraer dos conclusiones que
ahora nos ayudarán a continuar la reflexión. La primera de ellas confirma
la sincronización
emocional que se produce en cualquier tipo de interacción humana. Cuando
alguien escucha una homilía, tiende a contagiarse de las emociones del predicador.
La segunda de ellas, muestra cómo una
manera nueva de presentar ideas ya conocidas, activa la liberación de
dopamina y en consecuencia aumenta la probabilidad de que los oyentes
retengan lo escuchado. Una homilía que sorprende tenderá a dejar mayor huella
en el oyente.
Los procesos neurológicos que
sostienen el contagio emocional y la activación de la memoria forman parte de lo
que R. Boyatzis ha llamado la dimensión
primal del liderazgo. El lider, en este caso pastoral, se identifica con aquel
que mejor sabe encauzar las emociones de un determinado grupo y las orienta
en una dirección positiva. ¿Cuántas veces la influencia de un predicador ha provocado transformaciones vitales en los oyentes porque ha sabido sintonizar e ilustrar
un futuro apasionante? En el fondo, un líder gestiona los significados compartidos por un grupo
y le ofrece pautas de reacción emocional. La respuesta afectiva de la gente se
articula en torno a la del líder. Por eso, el tono emocional del discurso inspirador influye tanto en sus seguidores. El clima emocional de una institución depende
entre un 50 y un 70% de las acciones y las palabras del líder. Pensemos, por ejemplo, en el liderazgo mundial del Papa Francisco y lo que éste provoca en tantas personas creyentes o no.
Un estudio llevado
a cabo durante 3 años en 153 parroquias por varios investigadores de la Case
Western Reserve University de Cleveland, da cuenta del efecto de las
competencias emocionales y sociales de los líderes religiosos en el clima de
una comunidad. En concreto, parece que la mejora de la atmosfera emocional
correlaciona con la transparencia del líder –autoconciencia,
autogestión y capacidad de expresión de las emociones- y
con su nivel de influencia. Los parroquianos muestran mayor satisfacción –¡junto
a mayor contribución económica y asistencia a la eucaristía dominical!- cuando
el pastor se muestra auténtico en su comportamiento y consigue expresar su
mensaje de un modo que resulte estimulante. Por el contrario, el nivel de
satisfacción desciende cuando el líder religioso se muestra demasiado seguro de
sí mismo e incapaz de ser cuestionado por los feligreses.
Los predicadores que realmente
lideran saben movilizar las emociones positivas activando el optimismo, la compasión y la sensación de conexión emocional. A
nivel cerebral sus mensajes están ligados a circuitos que provienen y se
dirigen a la corteza prefrontal, la zona del cerebro que encierra las claves de
la motivación.
Las homilías constituyen un acto
mayor de comunicación de un líder religioso con los fieles. Es especialmente
importante caer en la cuenta de su papel decisivo en el liderazgo motivador. En el cerebro se activarán los procesos
de resonancia límbica si el líder se
expresa con convicción desde sus emociones sinceras arraigadas en valores
profundos.
Dos ejemplos permiten percibir
con claridad las implicaciones de dichos procesos y la vinculación fuerte entre
homilías y liderazgo positivo. Por una parte, la conocida frase de Martin Luther
King “I have a dream” –“he
tenido un sueño”- puso en marcha el movimiento de los derechos civiles en
Estados Unidos. Su discurso religioso aún constituye una clave de inspiración
para las generaciones actuales. Por otra parte, la polémica homilía de un
sacerdote español que hace unos días se difundía en las redes sociales es
muestra de lo contrario. El líder que carece de empatía, transparencia y capacidad de inspirar –y lo transmite con sus
palabras- se halla inconscientemente desconectado de los demás. En nuestras palabras se gesta la capacidad de hacer aflorar ríos de
vida y de desencadenar torrentes de emociones negativas.
En síntesis, los complejos
mecanismos neuronales que aquí apenas hemos enunciado, permiten entender qué
sucede en nuestro mundo psico-biológico cuando predicamos. La homilía constituye una pieza esencial del liderazgo emocional del
predicador y la motivación con que una comunidad vive su fe. Como decía Napoléon “un líder es un negociador
de esperanzas”.
¿Recuerdas a algún predicador que te haya inspirado poderosamente? ¿Qué elementos de la predicación te parece que contribuyen a fortalecer un liderazgo pastoral positivo?
¿Recuerdas a algún predicador que te haya inspirado poderosamente? ¿Qué elementos de la predicación te parece que contribuyen a fortalecer un liderazgo pastoral positivo?
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