martes, 14 de enero de 2014

El secreto del contagioso lema pastores con olor a oveja



                A las pocas semanas de ser elegido, el Papa Francisco nos sorprendió con una expresión altamente contagiosa: pastores con olor oveja. El éxito de la fórmula ha llegado al punto de que hace apenas una semana dio la vuelta al mundo una fotografía del pontífice con un cordero sobre los hombros.

        ¿Cuál es la razón de que esta idea se haya tornado viral y pegadiza? Si logramos descubrir su secreto, quizá nuestras propias intervenciones, palabras e incluso nuestros tweets, puedan también volverse contagiosos. ¿Por qué algunas ideas marcan la diferencia y se graban a fuego en nuestra mente, nuestro corazón y nos hacen mejores? Hay modos de construir eficazmente las ideas que nos ayudan a comunicar mejor la Buena Noticia.

              Hace algún tiempo di con un libro que ofrece algunas claves para entender el éxito de pastores con olor a ovejas y otras fórmulas papales que, como los refranes o las leyendas urbanas, poseen un alto poder de contagio social. Pegar y pegar cuenta los hallazgos de una investigación  acerca de por qué algunas ideas pasan y otras se pegan para siempre en nuestra memoria. La obra detalla los seis principios de las ideas pegadizas:
  •        La idea ha de ser simple, es decir, hay que ser capaz de eliminar todo aquello que no forma parte de lo esencial. Pastores con olor a oveja se caracteriza por la máxima simplicidad y sintetiza todo un programa de vida.
  •         La idea tiene que ser inesperada. El interés y la curiosidad son buenos ingredientes para generar expectativas. Si el Papa hubiese dicho que desea que en la Iglesia haya presbíteros cercanos a la gente y no gestores, lamentablemente, la idea no hubiese tenido tanto alcance.
  •     El lema ha de ser concreto. Tiene que explicarse en base a acciones humanas e información sensorial, alejándose de abstracciones –más propias en nuestro caso de la reflexión teológica-. Es fácil que nuestro cerebro recuerde datos concretos como el olor de las ovejas.
  •         Es necesario que la idea se caracterice por su credibilidad. No sirve de nada presentar datos e ideas en bruto sin un contexto determinado que permita al oyente comprobar él mismo lo que escucha. Y de pastores buenos, con olor a oveja, todos tenemos alguna experiencia a la que recurrir; también de los malos...
  •     La idea ha de ser capaz de despertar emociones. Nuestros afectos se despiertan hacia las personas concretas, no hacia las ideas abstractas. Por eso, en el contexto eclesial en el que Francisco pronunció su imagen –lleno de sospechas hacia nosotros los pastores-, nos hizo pasar de la indignación al entusiasmo del ideal.
  •       Finalmente, para que calen nuestras ideas se han de convertir en historias con las que nos podamos identificar. Los relatos de experiencias son el secreto más efectivo de la comunicación. Basta ver algunos anuncios publicitarios para darnos cuenta de ello. Con su fórmula, el Papa nos estaba contando la historia de aquellos pastores capaces de liberarnos de la corrupción, la lejanía y la burocracia gestora en la que podemos caer los eclesiásticos, olvidando la razón principal de nuestro ministerio.
                Así pues, si queremos que se peguen las ideas a las que recurrimos en la predicación, la catequesis o en las conversaciones “espirituales”, hemos de hacer el trabajo artesanal de hacerlas simples, inesperadas, concretas, creíbles y emocionantes. Desgraciadamente, un hechizo pesa sobre nuestro esfuerzo de modelar ideas contagiosas: la maldición del conocimiento. Pero de eso ya os hablaré otro día.
                Hay ideas contagiosas que tienen la capacidad de convertirnos al Evangelio. ¿Recuerdas alguna imagen pegadiza que te haya ayudado en tu camino de fe? ¿Cumple algunos de estos principios? ¿Cómo podrías aplicarlos a tu labor evangelizadora?

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