A
las pocas semanas de ser elegido, el Papa Francisco nos sorprendió con una
expresión altamente contagiosa: pastores con olor oveja. El éxito de
la fórmula ha llegado al punto de que hace apenas una semana dio la vuelta al
mundo una fotografía del pontífice con un cordero sobre los hombros.
¿Cuál
es la razón de que esta idea se haya tornado viral y pegadiza? Si logramos
descubrir su secreto, quizá nuestras propias intervenciones, palabras e incluso
nuestros tweets, puedan también
volverse contagiosos. ¿Por qué algunas ideas marcan la diferencia y se graban a
fuego en nuestra mente, nuestro corazón y nos hacen mejores? Hay modos de
construir eficazmente las ideas que nos ayudan a comunicar mejor la Buena
Noticia.
Hace
algún tiempo di con un libro que ofrece algunas claves para entender el éxito
de pastores con olor a ovejas y otras
fórmulas papales que, como los refranes o las leyendas urbanas, poseen un alto
poder de contagio social. Pegar y pegar cuenta los hallazgos de una investigación acerca de por
qué algunas ideas pasan y otras se pegan para siempre en nuestra memoria.
La obra detalla los seis principios de las ideas pegadizas:
- La idea ha de ser simple, es decir, hay que ser capaz de eliminar todo aquello que no forma parte de lo esencial. Pastores con olor a oveja se caracteriza por la máxima simplicidad y sintetiza todo un programa de vida.
- La idea tiene que ser inesperada. El interés y la curiosidad son buenos ingredientes para generar expectativas. Si el Papa hubiese dicho que desea que en la Iglesia haya presbíteros cercanos a la gente y no gestores, lamentablemente, la idea no hubiese tenido tanto alcance.
- El lema ha de ser concreto. Tiene que explicarse en base a acciones humanas e información sensorial, alejándose de abstracciones –más propias en nuestro caso de la reflexión teológica-. Es fácil que nuestro cerebro recuerde datos concretos como el olor de las ovejas.
- Es necesario que la idea se caracterice por su credibilidad. No sirve de nada presentar datos e ideas en bruto sin un contexto determinado que permita al oyente comprobar él mismo lo que escucha. Y de pastores buenos, con olor a oveja, todos tenemos alguna experiencia a la que recurrir; también de los malos...
- La idea ha de ser capaz de despertar emociones. Nuestros afectos se despiertan hacia las personas concretas, no hacia las ideas abstractas. Por eso, en el contexto eclesial en el que Francisco pronunció su imagen –lleno de sospechas hacia nosotros los pastores-, nos hizo pasar de la indignación al entusiasmo del ideal.
- Finalmente, para que calen nuestras ideas se han de convertir en historias con las que nos podamos identificar. Los relatos de experiencias son el secreto más efectivo de la comunicación. Basta ver algunos anuncios publicitarios para darnos cuenta de ello. Con su fórmula, el Papa nos estaba contando la historia de aquellos pastores capaces de liberarnos de la corrupción, la lejanía y la burocracia gestora en la que podemos caer los eclesiásticos, olvidando la razón principal de nuestro ministerio.
Así
pues, si queremos que se peguen las ideas a las que recurrimos en la
predicación, la catequesis o en las conversaciones “espirituales”, hemos de
hacer el trabajo artesanal de hacerlas simples, inesperadas, concretas, creíbles
y emocionantes. Desgraciadamente, un hechizo pesa sobre nuestro esfuerzo de modelar
ideas contagiosas: la maldición del
conocimiento. Pero de eso ya os hablaré otro día.
Hay
ideas contagiosas que tienen la capacidad de convertirnos al Evangelio. ¿Recuerdas
alguna imagen pegadiza que te haya ayudado en tu camino de fe? ¿Cumple algunos de estos
principios? ¿Cómo podrías aplicarlos a tu labor evangelizadora?
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