Hay caras tristes, caras
lánguidas, caras aciagas y caras mohínas. Hay caras peyorativas, caras
desconsoladas, caras cetrinas y caras ausentes. Hay caras lacrimosas y caras
amargas, caras compungidas y caras nostálgicas. Caras perras, caras
atormentadas, caras inexpresivas. Caras sin luz. Muchas de ellas las podemos
encontrar en nuestros templos. Son rostros que cargan el peso de la vida o bien
se vuelven grises cuando pasan el umbral de la iglesia. Por eso, porque a veces
veo semblantes cariacontecidos que vienen a comulgar o que están sepultados en
sus bancos, quiero decirte: ¡Sonríe, alegra esa cara! ¡Es Pascua! Y nada mejor
que un cura simpático para alegrarte el día. Hoy va de homilías para morirse de
la risa, para desternillarse, partirse, troncharse y carcajear; que es diferente
a cachondearse, burlarse o ironizar –aunque haga gracia-.
La Pascua es el tiempo del gozo.
Todas las palabras del Resucitado rezuman alegría y buen humor. La primera cara
de los discípulos al verle, seguro que fue de estupor. Después reirían con el
Maestro –por los nervios y la ilusión de volverle a encontrar-. Hubo un tiempo
en que se extendió en la Iglesia la sana costumbre del risus paschalis –la risa pascual-. La homilía de Pascua había de
contener una historia que hiciese reír a la asamblea. La risa tenía que llenar
el templo, hacer vibrar sus muros y retumbar por la energía de las carcajadas.
Hoy conocemos los mecanismos psíquicos y fisiológicos de la risa, el bienestar
que provoca y su poder contagioso. Los sacerdotes del Barroco lo intuían. En
Pascua había que hacer reír para que la gente se fuese reconfortada y alegre a
casa, para que incluso experimentasen la alegría placentera de la Resurrección físicamente.
He estado buscando en Youtube vídeos de homilías graciosas o
que hiciesen reír. Apenas he encontrado. No sé si ello se debe a que no hay o
que el buscador filtra mis búsquedas considerándome “serio”. Puede ser... Nuestros sermones
son solemnes, graves, circunspectos. Pero, ¿por qué no intentar en este tiempo
preparar homilías simpáticas, divertidas y alegres? Ratzinger, en uno de sus escritos
sobre la Pascua afirmaba que “la risa pascual podía ser una forma un poco
superficial y exterior de alegría cristiana. Pero, ¿no es en realidad algo muy
bello y justo el hecho de que la risa se hubiese convertido en símbolo
litúrgico?”. Sí, es una alegría encontrar este alegato a favor de la risa
pascual.
Es cierto que la risa siempre ha
sido considerada problemática por la tradición filosófica y religiosa. Un original
trabajo del teólogo alemán K.J. Kuschel titulado Laughter:
a theological essay (Risa: un
ensayo teológico), nos cuenta cómo la tradición filosófica desde los
inicios problematiza la risa. Homero afirmaba que la risa de los dioses no
conoce compasión por el débil ni misericordia con el inocente. Platón decía que
había que evitarla, pues a ninguna persona valiosa por su talante ético se la
puede representar así. Esta perspectiva se coló en la Iglesia cristiana, hasta
el punto de que el Crisóstomo, tan majo para otros asuntos, sentenció: “Cristo
nunca reía”. Una afirmación de la tradición monástica dio la estocada final
al humor cristiano: “solo el llanto une a Dios, mientras que la risa conduce
lejos de Él”.
Sin embargo, no faltan santos alegres,
guasones y juguetones, a los que es difícil imaginar sin reír. El propio
Cristo, acusado de comilón y borracho en los evangelios, amigo de recaudadores
y pecadores, ¿pudo haber hecho de la risa un tabú? Al contrario, seguro que su
risa casaba bien con sus parábolas provocativas o el sermón de la montaña en
que habla de la felicidad. Solo puedo pensar en Cristo como en alguien risueño.
Por eso, estamos llamados a
contagiar la risa mesiánica y la alegría del Reino. Este es el corazón de las
homilías del tiempo pascual. Ejercitemos el risus
paschalis para anunciar a todos la libertad y la Vida. Si tienes ganas
de recolocar la risa en tu vida cristiana te recomiendo la lectura de un libro
genial: Tiene
gracia... La alegría, el humor y la risa en la vida espiritual, de
James Martin SJ.
En esta semana en la que
celebramos la canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II, nos hará bien
recordarles riendo y contagiando la alegría de la Pascua. Prediquemos para que
todas las caras se vuelvan alegres, divertidas, animadas, bromistas, jaraneras,
vivarachas, sonrientes y chistosas. Y que, a pesar de tanto dolor del mundo,
cada rostro se llene de la luz del Resucitado. ¡Feliz Pascua!
¿Te animas a preparar una homilía
que haga morir de risa? ¿Qué recursos puedes utilizar?
No hay comentarios:
Publicar un comentario