martes, 4 de febrero de 2014

Aprendiendo de los monos reshus



¿Sabías que los monos reshus son muy sensibles al contacto visual? Reaccionan con violencia cuando otro mono o un ser humano los mira fijamente. Durante una investigación, una persona se acercaba a la jaula mirando directamente a los ojos del mono. Este se ponía agresivo y enseñaba sus dientes amenazadores. Sin embargo, cuando el investigador se aproximaba con timidez y la mirada baja, el animal apenas reaccionaba. Cuenta Flora Davis en su obra clásica La comunicación no-verbal que las ondas cerebrales de los monos y el ritmo cardiaco sufrían grandes variaciones según fuese el contacto visual establecido.


¿Podemos aprender algo de estos monos? Creo que sí. Los efectos del contacto visual y de su ausencia, también los experimentamos las personas. Esta semana estuve en una conferencia en la que el ponente se ocultó durante 50 minutos detrás de sus papeles. Participé también en una eucaristía en la que el presidente apenas miró a la asamblea. Leyó su homilía de 15 minutos sin levantar la vista en ningún momento. En ocasiones ambos llevaron sus ojos al infinito, pero nunca se cruzaron con los de cualquiera de sus interlocutores. Podéis imaginar la pobreza del mensaje, a pesar de que sus contenidos –intuyo- podían ser interesantes. Los que nos dedicamos a la predicación en cualquiera de sus contextos a veces lo olvidamos.

El contacto visual es tan decisivo en la comunicación porque hunde sus raíces en instintos muy primitivos. La crías de animales saben que es necesario para la supervivencia. Comer depende de tropezar con los ojos de la madre. El cruce de miradas posee una gran capacidad para establecer relaciones pues posee un fuerte componente emocional. Cuando miras a los ojos de aquellos a los que te diriges, conectas inmediatamente con ellos en un nivel profundo. Dicen que los asesores de Juan Pablo II le recomendaron que, al saludar durante largo tiempo a la gente, evitase el contacto visual. Al parecer, terminaba exhausto de sus audiencias. Las emociones se propagan como los virus a través de la mirada, basta recordar cómo nos contagiamos al cruzar los ojos de alguien que va a romper a llorar.

La falta de contacto visual empobrece la comunicación. Todos lo hemos experimentado: disminuye la atención, se percibe como una carencia de interés por parte del que habla hacia la audiencia y como falta de sinceridad. Es distinto pasear la mirada sobre los otros, que salir al encuentro de sus ojos. En el servicio de atención al paciente de un hospital alrededor del 90% de las quejas que se recibieron tenían que ver con la falta de contacto visual con el doctor. Resultado: grandes profesionales de la medicina eran percibidos como descuidados en el trato y peores médicos. ¿Nos pasará algo similar en la Iglesia?

Conviene recordar que se trata no tanto de amplificar el mensaje que se quiere transmitir, como de establecer una relación. Y eso siempre conlleva sus riesgos y deja ver nuestras barreras comunicativas: inseguridad, timidez, desinterés, escucha pobre.   

¿Twitter? ¿Facebook? ¿Whatsapp? No hay comunicación más inmediata que la de los ojos. Tal vez por ello resultan más creíbles quienes tienen en su perfil una foto propia en la que estos se ven. La mirada exterioriza el alma, decía Quintiliano. De algún modo el contacto visual nos expone, nos desnuda, nos hace vulnerables. Y más verdaderos.

El contacto visual puede suponer todo un reto y un arte para mejorar la comunicación. Nos lo enseñan nuestros ancestros, los monos, que de comunicación saben mucho. Toma conciencia y pruébalo mañana mismo en el aula, en la predicación, en tus vídeos. Si todavía dudas, te propongo que veas sin sonido algunos minutos de este vídeo: un hombre sin brazos ni piernas, dice todo con su mirada. 


¿Recuerdas a personas que cuando hablan no te miran nunca a los ojos? ¿Conoces, por el contrario, a otras cuya mirada transmite cercanía, afecto, interés, verdad? ¿En qué situaciones puedes entrenar tu contacto visual para transmitir mejor la Buena Noticia?

2 comentarios:

  1. Muy buena reflexión. Me hiciste recordar lo que me comentó un hermano que participó en Venezuela de una Eucaristía en la que el sacerdote no levantó en ningún momento la vista del misal. Cuando en el prefacio, con la misma pose, dijo "El Señor esté con vosotros", un joven desde la mitad de la iglesia respondió: "¡Y con tu libro!".

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  2. ¡Muchas gracias! Muy buena anécdota y totalmente ilustrativa de lo dicho. ¡Te la tomo prestada para futuras ocasiones! Saludos

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